enero 04, 2010

Redescubrimiento de la Salud en épocas de crisis.

Europa Press - www.europapress.es

Rafael Torres

La salud

MADRID, 2 Ene. (OTR/PRESS) -
La actual crisis económica parece haber tenido en el reciente tránsito de un año a otro un efecto impensado: el descubrimiento general de que la salud no debe, por nada del mundo, abandonarnos. Es decir; el redescubrimiento de la salud, o, como dicen los políticos ágrafos, su "puesta en valor". A uno le puede abandonar todo (si es que uno sufre los efectos del gran desfalco de los ricos que se ha dado en llamar "crisis") durante el año que empieza, la pareja, los amigos, los compañeros, la prosperidad, la suerte, el trabajo, la ilusión, pero, por favor, que no le abandone la salud a uno. Por eso, en el anual ejercicio colectivo de exaltación de los buenos sentimientos, en la Nochevieja, la gente se deseó, sobre todo, salud, incluso los jóvenes persuadidos de que no se han de morir nunca y para quienes la salud, en consecuencia, no existe. Salud, salud, salud...

Pero el año empieza tenebroso para salud: cuatro millones y pico de españoles están a punto de perderla, y muchos de ellos llevan algún tiempo con el sueño roto, los nervios destemplados y los ansiolíticos sobre la mesilla: los parados. La señora que adecenta el pequeño apartamento de la costa donde ando éstos días refugiado tiene 63 años y lleva desde los siete limpiando casas ajenas. Se llama Catalina y tiene cinco hijos, 40 años el mayor, todos parados. Llevan más de un año sin trabajo, desde que hizo 'crac' el ladrillo y el turismo, y, agotados los subsidios, algunos de ellos, no todos, sobreviven con los 400 euros "de Zapatero".
En realidad, sobreviven porque Catalina, que debía estar disfrutando de un confortable y muelle retiro por el medio siglo que lleva deslomándose, les ayuda echando horas y horas con olor a lejía. Catalina no tiene salud, no puede permitirse ese lujo, y mucho menos el de que cualquier día la abandone. Pero Catalina, que tiene 63 años y cinco hijos parados, posee un don que le permite mantener con dignidad el precario tinglado: un humor fino y excelente que rutila en su habla andaluza. Sólo le falta, en realidad, un trabajo para sus hijos. Honor y gloria a las Catalinas de éste pobre país.


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